Usar la estructura nombre-verbo-complemento: Lo que mata el interés de un escrito es no llegar nunca a la idea central. Por tanto, las oraciones subordinadas son el peor enemigo. Trata, pues, de ejercitar tu escritura utilizando oraciones simples.

– Ortografía: Visualizar las palabras que se presentan. Descubrir semejanzas. Añadir grupalmente, palabras semejantes a las presentadas considerando su correcta escritura, por ejemplo las esdrújulas: pésimo, mínimo, máximo, fantástico, fanático, etc.

– Puntuación: La idea del texto se pierde por la ausencia o exceso de signos de puntuación. El uso de la coma, el punto, los dos puntos, las comillas, los guiones, etc., a veces resulta complicado, pues no es fácil memorizar tantas reglas.

Sin embargo, antes de redactar es recomendable dar un vistazo a las reglas principales para evitar errores de interpretación.

– Sencillez: Debemos recordar que se escribe para los demás, no para uno mismo. Por ello, utilizar palabras de dominio común facilita aún más la comprensión del texto para el lector y la redacción para el autor. Sin embargo, debe tenerse cuidado de no pecar de ignorante o de abusar de erudito.

– La cohesión: Para que un texto sea cohesivo es necesario que el emisor haya vinculado entre sí las oraciones mediante los elementos que marcan las relaciones semánticas. La cohesión permite apreciar en conjunto las oraciones, por eso, se dice que es una relación interoracional que permite que las oraciones se organicen en un texto.

De este modo, un texto no es la suma de las oraciones que lo componen, sino que es el producto de relaciones transfrásticas (entre oraciones) que se instauran en él.

– La coherencia: Hace referencia al dominio de procesamiento de la información. El mensaje que vehiculizan los textos se estructura de una determinada forma, según cada situación de comunicación.

La coherencia establece cuál es la información permanente que se ha podido comunicar y cómo se ha de hacer.

– Evitar la redundancia: No por mucho escribir nuestro texto será más atractivo. Esto hace que el texto pierda interés, sentido y propósito. Nos perdemos y perdemos al lector.

– El ritmo: Le confiere movimiento, vida, debe ser motivador y sugerente. Varía mucho según el tipo de escrito, pero en principio suele ser muy homogéneo en un mismo texto.

De este modo el lector crea sus propias expectativas sobre lo que va a leer a continuación y las confirma o rechaza a medida que avanza en la lectura. Los cambios bruscos, si no son intencionados, dificultan la creación de expectativas y reducen el interés por la lectura.